Fragmento de La ridícula idea de no volver a verte *
Como no he tenido hijos, lo más importante que me ha pasado en la vida son mis muertos, y con ello me refiero a la muerte de mis seres queridos. ¿Te parece lúgubre, quizá incluso morboso? Yo no lo veo así, antes al contrario: me resulta tan natural, tan cierto. Sólo en los nacimientos y en las muertes se sale uno del tiempo: la Tierra detiene su rotación y las trivialidades en las que malgastamos las horas caen sobre el suelo como polvo de purpurina. Cuando un niño nace o una persona muere, el presente se parte por la mitad y te deja atisbar por un instante la grieta de lo verdadero: monumental, ardiente e impasible. Nunca se siente uno tan auténtico como bordeando esas fronteras biológicas: tienes una clara conciencia de estar viviendo algo muy grande. Hace muchos años, el periodista Iñaki Gabilondo me dijo en una entrevista que la muerte de su primera mujer, que falleció muy joven y de cáncer, había sido muy dura, sí, pero también lo más trascendental que le había ocurrido. Sus palabras me impresionaron: de hecho las recuerdo aún, aunque tengo una confusa memoria de mosquito. Entonces creía comprender bien lo que quería decir; pero después de experimentarlo lo he entendido mejor. No todo es horrible en la muerte, aunque parezca mentira (me asombro al escucharme decir eso).
Pero este no es un libro sobre la muerte.
En realidad no sé bien qué es o qué será. Aquí lo tengo ahora, en la punta de mis dedos, apenas unas líneas en una tableta, un cúmulo de células electrónicas aún indeterminadas que podrían ser abortadas muy fácilmente. Los libros nacen de un germen ínfimo, un huevecillo minúsculo, una frase, una imagen, una intuición; y crecen como zigotos, orgánicamente, célula a célula, diferenciándose en tejidos y estructuras cada vez más complejas, hasta llegar a convertirse en una criatura completa y a menudo inesperada. Te confieso que tengo una idea de lo que quiero hacer con este texto, pero ¿se mantendrá el proyecto hasta el final o aparecerá cualquier otra cosa? Me siento como ese pastor del viejo chiste que está tallando distraídamente un trozo de madera con su navaja, y que cuando un paseante le pregunta, "¿qué figura está haciendo?", contesta: "pues, si sale con barbas, San Antón; y, si no, la Purísima Concepción".
Una imagen sagrada en cualquier caso.
La santa de este libro es Marie Curie. Siempre me resultó una mujer fascinante, cosa que por otra parte le ocurre a casi todo el mundo, porque es un personaje anómalo y romántico que parece más grande que la vida. Una polaca espectacular que fue capaz de ganar dos premios Nobel, uno de Física en 1903 junto con su marido, Pierre Curie, y otro de Química, en 1911, en solitario. De hecho, en toda la historia de los Nobel sólo ha habido otras tres personas que obtuvieron dos galardones, Linus Pauling, Frederick Sanger y John Bardeen, y sólo Pauling lo hizo en dos categorías distintas, como Marie. Pero Linus se llevó un premio de Química y otro de la Paz, y hay que reconocer que este último vale bastante menos (como es sabido, hasta se lo dieron a Kissinger). O sea que Madame Curie permanece imbatible.
*Seix Barral.
Un recorrido por los temas centrales de la vida
MISCELANEA
La ridícula idea de no volver a verte
ROSA MONTERO
(Seix Barral - Buenos Aires)
El último título de Rosa Montero es un texto nada convencional, híbrido, difícil de clasificar. La fascinante historia de Madame Curie, la descubridora del radio y ganadora de dos premios Nobel, se alterna con reflexiones de la autora sobre las más diversas cuestiones.
Hay dos ejes centrales en el libro. La narración del duelo de Curie (su marido murió cuando ella tenía 38 años y una hija de catorce meses) y la del duelo de la propia autora (su pareja murió por un tumor cerebral hace tres años) es uno de ellos. La lucha de Curie, y por extensión la de las mujeres, para esquivar el rol que la sociedad le tenía asignado y la búsqueda de sus más profundos deseos, es el otro.
El mandato paterno, el amor, las críticas de sus colegas, el desprecio de la gente, la enfermedad, la maternidad se presentan como desvíos en el camino de la protagonista hacia su destino. La muerte repentina de Pierre, "la ridícula idea de no volver a verlo", se convierte en el obstáculo más grande que Marie deberá superar para seguir viviendo.
Las reflexiones sobre la escritura aparecen permanentemente. "El arte, y la literatura en particular, son armas poderosas contra el Mal y el Dolor. Las novelas no los vencen (son invencibles), pero nos consuelan del espanto… Narro y comparto una noche lacerante y al hacerlo arranco chispazos de luz a la negrura", afirma la narradora.